
EPIDEMIOLOGÍA DEL COVID-19
Autor: Dr. Marcelo E. Cruz – Board Americano de Neurología.
Como neuroepidemiólogo profesional me siento en la obligación de hacer una crítica severa a la forma como han manejado la epidemiología del Covid-19 tanto los Organismos Internacionales como los gobiernos afectados por esta pandemia.
Para dar fuerza a los argumentos que voy a presentar es necesario repasar un poco la historia de la epidemiologia de trastornos neurológicos de países en desarrollo.
En los años 80, la Organización Mundial de la Salud se dió cuenta de la carencia total de datos sobre la distribución y la frecuencia de las enfermedades que afectaban el Sistema Nervioso Central y Periférico.
Con el objetivo de recabar información sobre estos temas la División de Salud Mental de la OMS , que en ese entonces dirigía el Profesor Norman Sartorius, contrató a la Dra. Diana Bolis para que conformara un proyecto con estos fines.
La Dra. Bolis reunió un grupo de epidemiólogos , neurólogos e investigadores como el Dr. Bruce Schoenberg, jefe de la sección de Neuroepidemiología de la División de Enfermedades Neurológicas e Ictus de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos en Bethesda; el Profesor Benjamín Osuntokun de Nigeria y el Dr. Shi-Chuo-Li de la República Popular China.
Este grupo tuvo la iniciativa de convocar a un Congreso Internacional sobre la Epidemiología de las Enfermedades Neurológicas en países en desarrollo, que se llevó a cabo en San Miniato, en Italia, en 1981. En este evento se identificaron a algunos científicos de diferentes países encargados de ejecutar este programa.
Tuve la suerte de ser escogido para llevar a cabo esta iniciativa en Ecuador, y la oportunidad de recibir un entrenamiento sobre estos tópicos directamente por el Dr. Bruce Schoenberg en el NIH (National Institutes of Health).
Allí aprendí el uso de dos términos científicos que en la actualidad están totalmente olvidados y que, en realidad, constituyen la base estadística para comprender la frecuencia y la distribución de cualquier condición clínica.
Es admirable que ni la propia Organización Mundial de la Salud ha utilizado ni una sola vez estos términos.
Prevalencia se define como la frecuencia de una enfermedad en una población determinada en una fecha concreta. Para sacar la prevalencia de una población hay que decidir primero el tamaño de la muestra poblacional a estudiar que se la propone de acuerdo a la posible frecuencia de la condición clínica a investigar. El segundo paso es el decidir la ubicación geográfica de esta zona, definir sus límites y el tercer paso es escoger una fecha que es la fecha de la prevalencia. Es necesario también el llegar a un consenso sobre el diagnóstico de un caso de Covid-19, ya que las pruebas actualmente disponibles tienen un bajo valor predictivo positivo. Entonces el resultado de esta investigación nos dará la frecuencia de esa enfermedad por cada 1.000 habitantes en esa comunidad y en esa fecha determinada.
No se puede calcular esta cifra estadísticamente válida de la prevalencia si se reportan únicamente los casos positivos que han acudido a los Centros de Salud o a los hospitales y precisamente en ese error están cayendo tanto al OMS como los Ministerios de Sanidad de los países afectados por el Covid-19. Esto es igual que, como lo ilustraba magistralmente el Profesor Schoenberg, un investigador que estudia en su laboratorio cuatro palomas y luego escribe un libro que se titula “Palomas” , cuando el título del libro debería ser “Algunas palomitas que conocí”.
Las cifras del Covid-19 que están reportando los países caen en este error, pues no toman en cuenta ni los casos asintomáticos ni los que se estén dando en poblaciones remotas.
La otra forma de reportar la aparición de una condición en una población es la incidencia, que se define como el número de nuevos casos que se presentan en dicha población expresada en cada 100.000 habitantes y en un año.
Las cifras de prevalencia e incidencia del Covid-19 así reportadas informarían mejor a las autoridades de Salud Pública sobre las medidas a tomar para atender a todos los pacientes afectados.
Muchos investigadores con los que he conversado suponen que, por ejemplo, en España, la cifra real de infectados estaría por encima del medio millón de habitantes a la fecha que se escribe este informe. Pero estas afirmaciones no dejan de ser pura elucubración.
Sugeriría entonces que, a la brevedad posible, la OMS reuniera un grupo internacional de expertos en epidemiología y estadística y dotarlo con los fondos necesarios para que lleven a cabo estos estudios de las muestras poblacionales que se decidan.
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