
La parálisis facial un trastorno antiguo mal manejado en la actualidad
La parálisis facial es un trastorno relativamente común y benigno. Consiste en el comienzo más bien brusco de una debilidad de los músculos de una mitad de la cara que imposibilitan tareas comunes como beber agua (que se desborda por una comisura labial), o cerrar los párpados del ojo de ese mismo lado.
Un poco de historia
Los Shamanes precolombinos ya diagnosticaban esta condición, como se comprueba por el hallazgo de cerámicas que reproducían esta debilidad. Estos pueblos primitivos 500 años A.C. creían que al reproducir la enfermedad en un artefacto ésta salía del enfermo y se “posesionaba” de la figurilla. Es decir, la enfermedad migraba desde el paciente a la figura que le representaba.
Lamentablemente, todavía hay facultativos que no han tenido la oportunidad de una buena formación, que creen que es un “golpe de aire” y le mandan al paciente que se ponga paños calientes en la cara y que espere. En realidad, un 80 % de casos se curan espontáneamente. Pero en el 20 % restante pueden quedar secuelas que desfiguran el rostro. El especialista que tiene que confirmar el diagnóstico y establecer un tratamiento eficaz es el neurólogo.
Entender mejor este trastorno
En primer lugar, la causa inmediata de esta debilidad muscular de la hemicara (mitad de la cara) es en realidad la invasión al nervio facial de un virus del mismo tipo que ahora nos agobia. En estos casos, generalmente el paciente afectado ha estado atravesando un período de estrés, de preocupaciones, que han producido una depresión del sistema inmunitario, una baja de defensas, y en estos casos, un virus que en otras circunstancias podría haber causado solamente un poco de dolor de garganta o una gripe común, no encuentra quien lo detenga e invade el nervio facial. En el nervio, el virus tiene predilección por fijarse a la mielina, que es la substancia que recubre al nervio, y la destruye. La desmielinización del nervio provoca su fallo funcional, el nervio pierde la capacidad de conducir los impulsos eléctricos que causan que los músculos faciales se contraigan y la cara se paraliza: el paciente no puede fruncir el entrecejo, no puede cerrar el ojo del lado paralizado (al mantenerse abierto el ojo durante el sueño por varios días, la córnea puede resecarse y dañarse), no puede mover la nariz, desaparece el surco naso-geniano, no se puede reír, y tiene dificultad para comer y tragar.
Después de examinar al paciente, el neurólogo debe establecer si se trata de una parálisis facial periférica (que afecta a toda la mitad de la cara) o si el paciente sí puede mover la frente, y tiene una parálisis sólo de la mitad inferior de la cara, en cuyo caso más bien se trata de una parálisis central, es decir por una lesión del lóbulo frontal contralateral. Si es así, entonces se necesitará una resonancia magnética de cerebro para precisar la causa específica.
Como ven, estimados lectores, lo que parecía una simple “cara torcida” puede tener repercusiones más graves.
Correcto manejo del un paciente con Parálisis Facial
Digamos que el neurólogo establece que en realidad es una parálisis facial periférica, lo que en el argot científico se llama una “Parálisis de Bell”, el siguiente paso es establecer un tratamiento precoz bajo la premisa de que estamos frente a una enfermedad inflamatoria. Los corticoides son la medicina más potente en estos casos y hay muchos estudios científicos que avalan su uso. En nuestra experiencia, es más eficaz utilizar betametasona intramuscular antes que prednisona por vía oral.
Y luego el neurólogo, el médico, debe sentarse frente al paciente y transformarse en un amigo, en un confesor, para que el paciente le cuente qué circunstancias vitales está atravesando, ¿con quién es la pelea? ¿Se trata de desavenencias conyugales, de problemas económicos, de dificultades en el trabajo?
Si hay síntomas de una depresión, habrá que recetar una medicina antidepresiva para acelerar la recuperación.
En el diagnóstico y tratamiento de esta simple afección, la parálisis facial, se puede desplegar toda la ciencia y al arte que conlleva esta hermosa profesión que es la de “ser médico”.
Autor: Dr. Marcelo E. Cruz, Neurólogo Diplomado por el Board Americano de Neurología
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